En algunas cosas no coincidían, de hecho rara vez se ponían de acuerdo en algo. Se la pasaban discutiendo y peliando todo el día, pero enseguida andaban como si nada hubiera pasado.
Y a pesar de sus grandes diferencias tenían en común algo muy importante: estaban locamente enamorados.
Los romances de verano acaban por infinidades de circunstancias. Pero después de todo, ellos tenían algo en común: eran estrellas fugaces, un expectacular brillo ilumina el universo.
Una mirada efimera la eternidad y desaparece en un segundo.
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